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martes, 9 de noviembre de 2010

Reseña de Aguascalientes

 

Reseña Histórica

Aguascalientes, como la mayor parte de las ciudades de México y del mundo, es resultado de ciertas condiciones geográficas e históricas que propiciaron su fundación y posterior desarrollo. En nuestra región, que antes de la conquista española era ocupada por diversas tribus nómadas y belicosas de origen chichimeca, tanto la red caminera como los presidios fueron elementos esenciales para penetrar el territorio y efectuar el trasiego de sus incipientes riquezas.


Por esta región pasaba la ruta de la plata, proveniente de las minas de Zacatecas, con rumbo a la capital de la Nueva España; se consideró apropiado establecer aquí un puesto militar como medida de protección y de resguardo, así como para suministro de provisiones. Región que rebasa por todas partes los estrechos límites que marca su circunscripción política, Aguascalientes se halla situado en la meseta central equidistante de nuestros dos mares, un poco al norte del fertilísimo Bajío y un poco al sur de los páramos desérticos norteños.


Con el tiempo, en los alrededores se fueron asentando prestadores de servicios, agricultores y comerciantes, conformando pequeñas poblaciones. Así, el 22 de octubre de 1575, se funda la antigua Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las Aguas Calientes, que debe su nombre a la abundancia de aguas termales en la zona. Por otra parte, las horas despaciosas permitieron que nuestras lejanas abuelas apresaran en sus manos delicadas las preciosidades del deshilado, los bordados y encajerías que las naves españolas trajeron a estas tierras desde Flandes o Sicilia.


Cuando la industria irrumpió con sus producciones masivas, aquella maestría familiar heredada se convirtió en el gran centro textil y de la confección que hoy nos da renombre. Durante la Colonia, Aguascalientes formó parte del reino de la Nueva Galicia, cuya audiencia y gubernatura tenían asiento en Guadalajara. Después de la Independencia pasó a ser un partido del estado de Zacatecas y el 23 de mayo de 1835 logró su separación para constituirse en estado libre y soberano. Una leyenda, hoy totalmente desacreditada, relaciona esta conquista política al supuesto beso que la Señora García Rojas dio a Santa Anna durante una recepción ofrecida en su honor a su paso por esta ciudad cuando se dirigía a Zacatecas para someter al gobernador García Salinas.


La verdad es que Santa Anna, no contento con derrotar al Tata Panchito, quien se opuso al centralismo, le propinó el castigo adicional de la separación de Aguascalientes, dando de pasada obsequio a los viejos anhelos independentistas de la población. La irrupción del siglo XX que comenzaba para Aguascalientes bajo los auspicios de un crecimiento propiciado por el auge de los talleres ferroviarios, la Fundición Central, la instalación de diversas fábricas de harinas y almidón, textiles y otros, trae consigo los primeros movimientos obreristas y los claros signos antirreleccionistas que culminaron con el estallido revolucionario de 1910.


La Convención Revolucionaria que se llevó a cabo aquí en 1914, es prueba de que durante las luchas de facciones se eligió a nuestra ciudad no solamente por su situación geográfica equidistante de todas las plazas en conflicto sino por considerar que de acuerdo con una larga tradición latente en nuestro pueblo, Aguascalientes representaba en el concierto nacional la imagen viva de la concordia, de la hospitalidad y de la paz.


La guerra cristera que comenzó en 1926 incendió estados y regiones cercanas y empujó hacia Aguascalientes una inmigración que a la postre le ha significado un enriquecimiento; aquel núcleo poblacional que huyendo de la guerra se asentó en nuestro estado, constituyó el germen de lo que sería la segunda cuenca lechera del país y un gran centro distribuidor de ganado; por otra parte, el éxodo de tantas gentes de los Altos de Jalisco principalmente, reforzó los elementos torales de la cultura local.


Los primeros colonos que se asentaron aquí en la segunda mitad del siglo XVI fundaron huertos frutales que todavía hace pocos años seguían regalando con sus deliciosas manzanas a los paladares de propios y extraños, y aunque el avance implacable de la urbanización fue tragándose poco a poco estos huertos, la vocación fruticultora de Aguascalientes se fue extendiendo por toda la región. Este amor a la tierra ha sido transmitido de generación en generación.


Prueba de esto es el hecho de que hoy somos los primeros productores nacionales de guayaba, importantes exportadores de verduras congeladas y fuertes cosecheros de durazno. Hoy nos unen con los cuatro vientos magníficas autopistas y una red profusa de caminos vecinales, y contamos también con un aeropuerto capaz de recibir toda clase de aviones; seguimos siendo, pese a los cambios vividos en este sector, un importante centro ferrocarrilero. Es importante mencionar que el lema del escudo de Aguascalientes reza así: "Agua clara, claro cielo, buena tierra y gente buena", lo cual describe con gran precisión, mucho de lo que hoy es este pujante estado.


Fundación de Aguascalientes

 La odisea de los primeros habitantes de la villa
 Por: Ilse Díaz Márquez
Al celebrar en el mes de octubre el aniversario de la fundación de nuestra ciudad, pocas veces nos detenemos a pensar en las enormes dificultades que los primeros habitantes debieron superar para que la villa, en un principio pobre y pequeña, llegara a prosperar. He aquí una breve historia de aquellos primeros años.


Tras la llegada de Cortés y la caída de Tenochtitlán en 1521, la conquista llevó a muchos españoles aventureros a avanzar hacia el norte en busca de fortuna.

Estas tierras, además de ser más áridas que las que habían encontrado en Veracruz y en el Valle de México, estaban habitadas por indígenas que en su mayoría eran nómadas y que pronto se convirtieron en el terror de los todavía mal trazados caminos que conectaban a la Nueva España con esta otra parte del territorio, al cual se le dio el nombre de la Nueva Galicia.
La audiencia de la Nueva Galicia –institución encargada del gobierno y la administración de los nuevos territorios— se asentó en Guadalajara, al tiempo que se descubrían yacimientos de plata en el cerro de la Bufa, donde no tardarían en aparecer las minas de Zacatecas. Estas minas llegaron a ser el motor económico de la Nueva Galicia y su explotación hizo necesario abrir caminos no solamente entre Guadalajara y Zacatecas, sino también entre las minas y la ciudad de México, Querétaro y Michoacán, a donde se llevaba buena parte de la plata extraída.



Desde el principio los caminos fueron asaltados por grupos de chichimecas (que así se les llamaba a los indios de la frontera norte de la Nueva España) y debido a la constancia de los ataques, comenzó una guerra que se extendió durante toda la segunda mitad del siglo XVI. Por esta razón los españoles establecieron villas a lo largo de los caminos. Éstas eran a la vez puestos fortificados y lugares de descanso para los viajeros. De esta manera nació Santa María de los Lagos en 1563 y algunos años más tarde salieron de allí los colonos que fundarían la ciudad de Aguascalientes.


Estos pobladores eran gente de origen más bien humilde, que salieron de la villa de Lagos debido a los abusos de las autoridades locales y también por el deseo que tenían de obtener nuevas mercedes de tierra.

Hoy festejamos el día de fundación de la ciudad el 22 de octubre, pues esta es la fecha en que Jerónimo de Orozco, presidente de la audiencia de la Nueva Galicia, firmó la cédula o acta en que se permitía, por gracia del rey Felipe II, el establecimiento de una villa en dicho territorio. Sin embargo, se sabe que el sitio ya estaba poblado desde antes de la petición que el español Juan de Montoro hizo para que se le permitiera fundar allí una villa.
Algo muy curioso es que el nombre original que se le dio al nuevo poblado fue el de “Villa de la Ascensión”. Tal parece que pronto se confundió y se olvidó, ya que se hizo popular el culto a la virgen de la Asunción, sobre todo cuando en 1602 el obispo Alonso de la Mota y Escobar, de viaje por la Nueva Galicia, otorgó a la pequeña villa el rango de parroquia y la virgen se convierte en patrona del lugar.
Pero antes de que esto sucediera, los primeros habitantes de la villa tendrían que pasar por una serie de problemas y por tiempos tan malos, que por poco y el poblado desaparece y nos deja sin Aguascalientes natal. Así, a los ataques chichimecas se agregaron las epidemias y la pobreza, que hicieron estragos en la población, a tal grado que la villa quedó casi abandonada. Para 1584 solamente había dieciséis soldados, un caudillo y dos vecinos, en un sitio que más que poblado era un simple puesto militar fortificado. Ni siquiera la agricultura había progresado, pues los primero colonos, que consideraban que debían obtener fortuna de una forma más interesante que trabajando como simples campesinos, no se habían interesado en cultivar la tierra.
El final del siglo XVI y el principio del XVII, trajeron, a pesar de todo esto, mejores tiempos para la villa. En primer lugar terminó la guerra chichimeca, lo cual contribuyó a la pacificación de la región, aunque dejó como resultado un terrible exterminio de indígenas. También hay que tomar en cuenta la presencia en la villa de Aguascalientes del licenciado Gaspar de la Fuente, quien en octubre de 1609 dictó una serie de medidas destinadas a mejorar la traza urbana y la forma en que se construían los edificios públicos y privados. Además, para ese momento Aguascalientes se había transformado en cabecera de alcaldía mayor, lo que le otorgó a la villa una mayor importancia política. Así, los primeros y mayores obstáculos del joven pueblo parecían superados.


En 1620 era claro que la semilla hispana había sido bien plantada en el territorio, gracias a lo cual durante todo el siglo XVII la villa se desarrollaría de forma lenta pero constante: crecerían las huertas, se construirían las primeras iglesias, aumentaría la población y se activarían la agricultura y el comercio.

Como punto intermedio en el camino de Zacatecas a Guadalajara, la villa de Aguascalientes jugó un importante papel en la vida económica de la Nueva Galicia durante toda la época colonial. Hoy, todos los hidrocálidos estamos ligados de alguna manera a esos primeros años de historia y a esos primeros pobladores españoles, indígenas, mulatos y mestizos, que se atrevieron a adentrarse en tierras despobladas y fundar, con algo de espíritu aventurero y otro tanto de deseo de riqueza, una pequeña villa cerca de unos manantiales de agua caliente.











 Como puede observarse el Escudo Heráldico o de Armas del Estado, está dividido en tres cuarteles. En el centro del primero destaca en campo de azul la imagen de Nuestra Señora de la Asunción, en plata, acompañada de dos querubines, simbolizando la fundación de la Villa, a su izquierda una fuente de agua apoyada sobre brasas, que representa la característica principal de nuestro territorio: sus aguas calientes, y a su derecha una cadena de oro que bordea unos labios que significan la libertad y el surgimiento de Aguascalientes como Estado independiente.

En el segundo cuartel en campo de plata una presa (Plutarco Elías Calles), y un racimo de uvas hacen referencia a la irrigación y a la agricultura. En el tercero, en campo de oro, una rueda dentada y dentro una abeja, que simbolizan la industria y el espíritu de trabajo que distingue a los hombres de Aguascalientes.
El lema que rodea el Escudo, con palabras en latín: Bona Terra, Bona Gens, Clarum Cielum, Aqua Clara.
En la cimera un casco de caballero en plata, que representa al fundador de la Villa, Juan de Montoro y de él se desprende el lambrequín con hojas de acanto (planta ornamental) que rodea el Escudo casi hasta su base, simbolizando el proceso y desarrollo del Estado.
Los creadores del grabado y el lema fueron Bernabé Ballesteros y Alejandro Topete del Valle, respectivamente; ganadores del concurso convocado por el Gobierno del Estado en 1946.





La Convención Revolucionaria de Aguascalientes

 Luciano Ramírez Hurtado
Departamento de Historia, U.A.A.
Aguascalientes fue escogida en octubre de 1914 como sede para la realización de la Convención Revolucionaria, con el claro propósito de tratar de evitar la escisión entre las facciones, decidir quién gobernaría el país y en qué forma, así como acordar la elaboración de un programa de gobierno.


La Convención fue ante todo un intento de negociación política entre las facciones revolucionarias, una disputa por el poder, un tratar de imponer su hegemonía, una lucha por el Estado. Fue el escenario institucional en donde midieron sus respectivas fuerzas políticas e ideológicas las principales corrientes revolucionarias en pugna que habían conformado la coalición antihuertista.


 1 La Convención fue una asamblea nacional de discusión que precedió al enfrentamiento militar interrevolucionario. Acudieron a ella las distintas facciones con el objeto de presentarse, identificarse, reconocerse y ponerse a prueba. En ese encuentro también hubo desencuentros; más que confluencia hubo confrontación de posiciones, vertientes y proyectos políticos así como enfrentamiento de tendencias ideológicas. Estoy de acuerdo con Enrique Florescano, quien afirma que en 1914 las diversas fuerzas políticas que se habían desarrollado en escenarios apartados, se reconocieron en la Convención de Aguascalientes, se confrontaron los jefes y representantes de los principales grupos revolucionarios del país que animados por pulsiones diversas pusieron a discusión sus personalidades, ideas y programas.


 2 Por otro lado, la Convención fue el terreno institucional en el que cada una de las corrientes buscó fortalecer su proyecto revolucionario al mismo tiempo que procuró debilitar los de las otras facciones y así tratar de avanzar en sus respectivos planes de hegemonía. La Soberana Convención Revolucionaria de Aguas-calientes parecía ser el germen de un Estado nacional, había que hacerse presentes, ganar espacios políticos e imponer supremacía. En esa lucha por el Estado, los tres principales gobiernos en desarrollo: el constitucionalista, el villista y el zapatista. [PARA poder ser nacionales y soberanos tenían que imponerse como uno sólo, triunfador sobre los demás]


 3 La Convención debe entenderse como una fase de este proceso. Si admitimos que la Convención fue un encuentro interregional de los distintos grupos revolucionarios, entonces teóricamente se dio la posibilidad real de que cada uno de ellos renunciara a sus propias peculiaridades y exigencias, hiciera a un lado sus divergencias más superficiales y pusieran el acento en las coincidencias fundamentales para incorporar en un sólo proyecto nacional lo mejor de cada uno de ellos. La cuestión se complicó al haber también pugna, desconfianza, envidia y deseos de ambición política entre los miembros de un mismo grupo, lo cual se manifestó como una falta de homogeneidad y uniformidad de criterios y la presencia de fuertes discrepancias ocasionales al interno de cada facción.


 4 Lo cierto es que predominó el espíritu corporativo y las filias y fobias de carácter personalista. Ninguno de los grupos regionales estuvo dispuesto a conceder terreno, a renunciar en sus prerrogativas, hasta que uno de ellos logró influir sobre los sectores más vacilantes de los ejércitos, obtuvo victorias en el campo de batalla e impuso su hegemonía y proyecto nacional sobre los otros.


En un período confuso y de indefinición política, la Convención debe entenderse como un fenómeno histórico muy complejo cuya realidad estuvo sujeta a modificaciones significativas. Como cuerpo político deliberante pasó por varias etapas en las que experimentó una serie de transformaciones importantes, siendo cada una de ellas una respuesta específica a las distintas situaciones generadas a partir de la cambiante realidad política y militar del país. La aparente coexistencia pacífica y buen entendimiento entre las facciones en un primer momento, muy pronto se convirtió en mutua incomprensión, autoexclusión por conveniencia, franco desplazamiento, intolerancia, defección y desde luego, predominio de un proyecto revolucionario sobre los de las otras facciones.


Mientras el centro político de gravedad estuvo focalizado en los debates parlamentarios, la Convención fue el organismo de gobierno más legítimo, autorizado y representativo emanado de la Revolución. Los propósitos de ese foro de discusión fueron múltiples: tratar de evitar la escisión revolucionaria, acordar cambios drásticos en la dirección política del país, discutir los problemas socio-económicos y políticos más importantes que aquejaban a la nación y proponer nuevas orientaciones y soluciones diseñando un nuevo proyecto de país, y como parte fundamental de ello, construir el nuevo Estado nacional emanado de la revolución en cuanto a régimen político y forma de gobierno se refiere.


 5 La Convención, por último, fue también un laboratorio, un campo de experimentación cuyos resultados prácticos inmediatos fueron un rotundo y fascinante fracaso para su causa. Sin embargo, la riqueza de los debates, la identificación y clarificación de los problemas del país y la expedición del documento Programa de Reformas Político-sociales de la Revolución fueron un triunfo teórico en materia de ideas, algunas de las cuáles quedaron plasmadas en la Constitución de 1917, mismas que fueron materializadas años después.


 6 Respecto a las ideas que formaron parte del Programa de Reformas Político-sociales de la Revolución, autores como Florencio Barrera Fuentes, Robert Quirk, Eugenia Meyer y Hans Werner Tobler entre otros, sostienen que algunas de ellas, las más radicales, quedaron plasmadas en distintos artículos de la Constitución de 1917. Por ejemplo, Eugenia Meyer asienta que «Las ideas y los ideales de la Convención [contenidos en el Programa de Reformas Político-sociales de la Revolución] se dieron a conocer de muchas formas...», las cuales son un cúmulo de «ideas de extraordinaria riqueza doctrinal, que tanto influyó en el Constituyente de 1916 y que éste no pudo superar».


 7 Por su parte, Robert Quirk concluye que los ideales de reforma social por los que lucharon el villismo y el zapatismo, esto es, los anhelos y aspiraciones de la Convención, «en 1916 y 1917, en Querétaro... se reflejaron en las estipulaciones radicales de la nueva Constitución. Y durante los veinticinco años siguientes, las reformas agrarias del zapatismo fueron la base de los programas de gobierno para la reconstrucción rural».


 8 Felipe Arturo Ávila afirma que el Programa de Gobierno de la Convención es básicamente el proyecto revolucionario zapatista, con ligeras modificaciones derivadas de la presencia de los delegados de la División del Norte. Dicho programa de gobierno contiene, predominantemente, las propuestas ideológicas y políticas más avanzadas y sólidas del zapatismo, quienes impusieron su hegemonía a los norteños en los debates de la Soberana Convención Revolucionaria, así como la incrustación de algunas concepciones de tinte conservador que los villistas lograron que se aprobara ante el predominio abrumador de los sureños. En conjunto, se trata del cuerpo más avanzado y completo de principios, postulados y medidas sobre los principales problemas del país, asienta Ávila Espinosa, en comparación de cuantos se elaboraron en el transcurso de la revolución, incluyendo la propia Constitución.


 9 Florencio Barrera Fuentes afirma, sin aportar pruebas, que al Congreso Constituyente de Querétaro «concurrieron muchos revolucionarios que hicieron su aprendizaje parlamentario en la Convención».


10 En realidad no ocurrió tal cosa, pues si bien asistió algún carrancista que estuvo en la primigenia etapa de la Convención, lo cierto es que a dicho Congreso no fueron invitados villistas, zapatistas y exhuertistas. No por ello, nos dice Werner Tobler, se puede «negar la influencia indirecta de villistas y zapatistas sobre el transcurso del Congreso. Especialmente las demandas agrarias defendidas con gran tenacidad por los zapatistas establecieron este problema en la conciencia política general a tal grado que influyeron persistentemente en las discusiones en torno al artículo 27, si bien de manera indirecta».


11 En el Programa de Reformas Político-Sociales de la Revolución podemos encontrar, nos dice Arnaldo Córdova, una concepción rural tanto del Estado como de la sociedad.


12 Esta visión rural de la vida es reflejo del espectro social de quienes integraban mayoritarios la Convención al momento de discutirse y aprobarse el Programa de gobierno, esto es, los campesinos del Ejército Libertador del Sur. Sin embargo, tanto en la facción zapatista como en la villista había delegados que se habían formado y desarrollado en las ciudades, logrando imprimir su sello de carácter más urbano en algunos artículos, particularmente en lo que a la cuestión obrera se refiere.

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