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lunes, 20 de febrero de 2012

PAISAJE INTERIOR

 

PAISAJE   INTERIOR
Los grandes textos de sabiduría antigua nos muestran siempre la existencia de un lugar donde reina la profunda felicidad, donde no existe guerra, enfrentamiento, miedo, sufrimiento, un vergel oculto en algún lugar de la Realidad donde se vive según los parámetros de la armonía y la belleza. Algunas tradiciones esotéricas hablan de lugares como Mu o La Atlántida, paraísos perdidos en la historia remota de la humanidad. Otras nos hablan de Agartha, Paititi, Shambala... lugares que en un momento determinado dieron un salto evolutivo y se encuentran ahora más allá de la tercera dimensión. Escuchamos también la promesa de las grandes tradiciones de oriente y occidente que esperan el retorno al Paraíso del que alguna vez salimos

"Y Jehová Dios plantó un huerto en Eden,al oriente; y puso allí al hombre que había formado. Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el Árbol de la Vida en medio del huerto, y el Árbol de la Ciencia del bien y del mal. Y salía de Edén un río para regar el huerto...   Y oyeron la voz de Jehová Dios que paseaba en el huerto, al aire del día...                   (Gen.2, 8-10 y 3, 8)

En las antiguas tradiciones y mitologías, se nos describe esa realidad donde naturaleza, ser humano y Dios caminan de la mano, son una y la misma cosa, pero, ¿dónde quedó ese paraíso?, ¿qué fue del reino de la felicidad?.

El Paraíso de la Nueva Era.
El Edén existe, Paititi es posible, Shambala se abre para nosotros, para los seres humanos que iniciamos una nueva era de plenitud, ¿y si todo lo descrito estuviese dentro de nosotros mismos?.
Cada uno de nosotros guarda en su interior su propio paisaje, basta con observarnos para descubrir un poco más sobre nosotros mismos, basta recorrer nuestra alma con tranquilidad, en las pequeñas cosas de la vida cotidiana, para identificar el paisaje que nos habita.
Algunos esconden una selva, una selva virgen, árboles y plantas crecen en una desordenada carrera hacia la luz del sol mientras que otras especies se acostumbran a sobrevivir en la penumbra, paisaje misterioso y sugerente, pero muchas veces impenetrable para otros seres humanos e incluso para la Luz. Otros llevan una llanura de tierra reseca y dura, espinos, árboles sin hojas que apenas dan sombra, un viento seco y caliente hace levantar un polvo que ciega los ojos y no permite encontrar la dirección. Otro más descubrirá dentro de sí un desierto de profundas arenas rojizas donde la temperatura cambia bruscamente y las arenas van allá donde las lleva el viento modificando imprevisiblemente el paisaje.
Aquel de más allá, sin embargo, contemplará un bello jardín, cuidado, mimado y diseñado con esmero, donde cada flor y cada arbusto tiene su lugar preciso y algunos árboles, cuidadosamente podados, ofrecen sus flores y su perfume al aire cálido de la tarde... un lugar delicado con bellos paseos y bancos en los que sentarse a descansar a la orilla del lago.
Hay también quien será explosión, volcán en erupción, ríos de lava cayendo mientras su sonido desde lo profundo de la tierra llena el aire, paisaje inhabitable para muchos seres humanos, pero que puede fascinar a otros, amantes de lo imprevisible y enamorados de la fuerza de la naturaleza que decidan hacer de las inmediaciones del volcán su hogar.
Quizá nuestro interior sea un paisaje montañoso, de cumbres altas y nevadas, árboles que dejan filtrar los rayos del sol invernal, poderoso y frío viento que arrastra las nubes... y sobre las cumbres, promesa de amplia perspectiva, de la visión maravillosa del valle, del río...
Aquel que está allí, sin embargo, será un valle, cálido y soleado, cubierto de alta hierba verde y pequeñas flores, bordeado de elevadas cumbres nevadas, un valle donde reina el sol y el cielo azul de una primavera vibrante de luz y brisa fresca.

El trabajo interno
Nos observamos, nos descubrimos, puede que alguno se asombre de la profundidad que contempla. Pero no importa lo que cada uno perciba en su interior, si nuestra naturaleza, las características de nuestra psique nos llevan a ser selva o desierto, lo que importa es lo que decidimos hacer con el paisaje que somos. ¿Qué debo hacer para convertirme en un Edén, cual es el trabajo que tengo que realizar?, es la pregunta que nos pone en el camino del cambio, de la transformación.
Para que la Luz llegue a todos los rincones de nosotros mismos e irradie en todas direcciones, el trabajo consistirá en algunos momentos, en limpiar y eliminar, quizá tengamos que talar árboles, abrir caminos, no dejar crecer ciertas plantas aunque tengan una hermosa apariencia... para ser útil a los planes del Espíritu habrá que decidirse, a veces, a podar lo que no sirve. En otros momentos tendremos que trabajar arduamente la tierra, sembrar las semillas del Ser que queremos ver crecer en nuestro interior, los valores que harán de nosotros verdaderos Hombres y Mujeres sobre la faz de la Tierra. Y tras la siembra tendremos que regar con las Aguas de Vida nuestra psique, sumergirnos en la presencia del Espíritu para cuidar con mimo y cariño lo sembrado, aprender la paciencia y la constancia, vivir desde la confianza, desde la certeza de que somos parte importante de la Creación y de que el trabajo que realicemos sobre nosotros mismos siempre merecerá la pena. Siempre habrá un momento para recoger los frutos, para contemplar como en nosotros va creciendo la presencia de lo sagrado, para ver y experimentar al Gran Espíritu actuando en la vida cotidiana, en cada gesto, en cada pensamiento, en cada palabra, en cada sentimiento: Dios Padre-Madre paseando por el Jardín Infinito que somos, Dios Padre-Madre, recorriendo el Jardín Mayor, pleno de diversidad, que conforma toda la humanidad reunida. Porque el fruto de este trabajo somos cada uno de nosotros, la Criatura Humana sin la cual la Creación no tendría gloria ni grandeza.
    "-¡Hágase así! ¡Que se llene el vacío! ¡Que esta agua se retire y desocupe el espacio, que surja la tierra y que se afirme! Así dijeron (Tepeu y Gutumatz). ¡Que aclare, que amanezca en el cielo y en la tierra! No habrá gloria ni grandeza en nuestra creación y formación hasta que exista la Criatura Humana, el Hombre formado. Así dijeron". Popol-Vuh.
Sea cual sea nuestra tarea emprendamosla ahora, el compromiso es con nosotros mismos: hacer de nosotros un mundo habitable, habitable para nuestro Ser, para la Divinidad que es nuestra esencia, habitable para nuestro hermano, el ser humano que acompaña nuestros días sobre este planeta Tierra. Sólo así podremos llegar a nuestra propia plenitud como seres humanos, sólo así la Creación dará el salto que le haga llegar a su plenitud.

Maite Pardo Sol
Psicomotricista.
Facilitadora del Sistema Pneuma.
Maestra Reiki.
Colabora en Inkarri Asoc. Cultural

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