La mente vacía
La mente vacía no sufre, ni disfruta, sólo descansa mientras se limpia. No siente dolores ni penurias, no se deprime ni se angustia. Tampoco percibe la ansiedad de querer llegar al futuro. Entiende que es un tiempo al que nunca se llega. Se siente repleta, única, siempre aquí y ahora.
Tampoco viaja hacia la historia. El transcurrir es siempre presente. Fueran los que fueran, se limpia de recuerdos, de los nostálgicos pantallazos que ni por un instante la penetran. La memoria y la imaginación se juntan a llorar sus penas, esperando fuera a que la mente nuevamente, decida nutrirse de ellas.
Tampoco viaja hacia la historia. El transcurrir es siempre presente. Fueran los que fueran, se limpia de recuerdos, de los nostálgicos pantallazos que ni por un instante la penetran. La memoria y la imaginación se juntan a llorar sus penas, esperando fuera a que la mente nuevamente, decida nutrirse de ellas.
La sensación de paz, la serenidad ante todo, la completa tranquilidad y el remanso, la distensión muscular... el bienestar absoluto de todo nuestro organismo y sus funciones, son el envoltorio que nos recubre, el paradero consecuente de nuestra actitud cuando nuestra mente queda aislada de compañías.
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