de Sandra Macías, el Lunes, 15 de noviembre de 2010 a las 13:11
Por Sandra Macías
Aprendí a amar las calles de Guanajuato y su olor a libertad
Caminé por senderos tan desconocidos como placenteros
Desperté con hermosa nostalgia y con un profundo silencio
Corrí y grité cuando mi alma me lo exigió
Callé cuando mi corazón me impidió asimilar una despedida.
Olvidé lo que no fue importante
Recordé lo que me hizo vivir
Sentí frío, dolor y hastío cuando tropecé,
Descubrí la mano de Dios cuando me levanté.
Creí en un amigo, desdeñé un amor y pasé de largo frente a una oportunidad
Confié en lo que merecía la pena confiar
Reí incansablemente, lloré por igual.
Le dí la espalda al rencor y la mano al perdón
Añoré lo lejano del horizonte
Veneré el mercado de artesanías que olían a un viejo amor
Me enamoré de una playa perdida en la que dejé un secreto y mi propio corazón.
Traicioné a mi conciencia
Vendí mis errores
Subasté uno que otro fracaso
Guardé éxitos en el baúl del orgullo
Me aterraron los rayos en el mar
Corrí esquivando las olas
Pero siempre me dejé abrazar por la brisa que anuncia un bello atardecer
Hice de todo e hice nada, si hoy llegara la despedida, simplemente le diría a la vida adiós, pues lo hecho, hecho está y no hay vuelta atrás.
Al llegar el momento de la despedida deseo que sólo reste decir un adios...
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