Para construir un Taj Mahal hay que comenzar por lo que no se ve. Falta reunir las noches de alta fiebre, el celo de la pantera, el casto deseo de la crisálida. Faltan ríos, pantanos, restos de naufragio. Faltan voces, clamores de hospital, el fatigado rumor de las tropas que regresan diezmadas. El reflejo de una hoguera en los escudos, la plegaria del cobarde en el segundo que precede a la batalla, la mueca del traidor, el tabaco liminar del fusilado. Falta el sol que se dilata en el aguamanil, la luna sigilosa tras la higuera. Los reinos giratorios del coraje, los pozos de la vergüenza, el cepo de los remordimientos. Días repletos de nubes y de niños, de brújulas y pájaros, vestigios del paraíso confiscado. Falta la levadura de la música, los purgatorios del alcohol, las reticencias del ángel. Tardes amplias como un azoro de muchacha. La tejedura de la pasión, hiedra del instante. Falta desaliento, sangre, vértigo. Para construir un Taj Mahal es preciso comenzar ahora, mañana será siempre demasiado tarde.
Taj Mahal
Jorge Esquinca
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