Aprendí que el valor no es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él.
El hombre valiente no es aquel que no siente miedo, sino el que conquista ese miedo."
Autor: Nelson Mandela. Hay preguntas que siempre nos podemos hacer y cuyo efecto es letal cuando se trata de desbaratar el temor a enfrentarnos a algo: si no tuviéramos miedo, ¿qué haríamos hoy? Si estuviéramos seguros de que no fracasaríamos, ¿a qué nos atreveríamos?
En la respuesta está todo aquello que anhelamos recónditamente y que sin embargo postergamos, hasta tener la absoluta certeza (ya me dices cuándo) de que no fallaremos.
El miedo es un poderoso paralizante capaz de frenar en seco todas nuestras ganas de cambiar y las ideas y los sueños que acompañan ese sentimiento.No funciona como una amenaza real, sino velada y supuesta, y bastará su simple susurro para desbaratar nuestros planes.
La mayor dificultad para un cambio en nuestra vida no se encuentra lejos, está en nosotros mismos y en nuestra renuencia a siquiera intentarlo. Eso si, cuando nos vemos obligados por las circunstancias y la desesperación, nos atrevemos a hacer todo lo que nos habíamos prohibido. Como aquel que ante un eventual despido de un puesto de trabajo que no le gustaba, pero quería conservar a toda costa, emprende el camino que siempre soñó montando su propia empresa o aventurándose a ir por fin en busca del empleo que en su fuero interno creía merecer. Después de perderlo todo, es cuando buscamos afanosamente una salida.
El destino muestra sus cartas (generalmente de mala manera) y abre puertas que nos negábamos a abrir. Y entonces se siente miedo, un miedo cerval, pero como no queda más remedio, se supera y se intenta salir adelante porque lo que está en juego es simple y llanamente la supervivencia.
No hay que esperar a que los cambios se nos impongan inexorablemente. Hay que adelantarse, y la pregunta fundamental es, volviendo al principio: ¿Qué harías si no tuviéras miedo? La vida es tan sencilla que cambiando la situación, varian también las oportunidades y nos vamos adaptando casi sin percibirlo a la nueva realidad. La cuestión es que la mayor parte de las veces si no ocurre algo en nuestra vida que actúe como detonante, no pretendemos cambiarla, porque el hábito nos domina y el miedo nos inmoviliza.
Y si el permanecer quietos nos asegurará la tranquilidad perpetua, resultaría comprensible, aunque la verdad es que nosotros bien podemos permanecer quietos, pero todo a nuestro alrededor cambia y cambiará, con lo que a veces el mayor peligro (que nunca vemos) es permanecer estáticos.
Reflexión final: Una buena receta sería descubrir en qué lugar se encuentra aquello a lo que tenemos miedo, hacer la maleta e irnos a vivir allí. ¿Qué crees que harían nuestros miedos entonces?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por tus comentarios