Perdiendo la razón
Quien piense que con total seguridad tiene razón respecto de cualquier cosa, definitivamente, en su concepto básico no la tiene. Y esto es así porque en esta vida no se puede estar seguro de nada en un cien por ciento.
Cuando dos personas discuten sobre un tema, a veces se escucha a una de ellas decir, promediando la discusión: "Tú siempre quieres tener la última palabra". Pero dicha expresión significa que la persona que dirá esa última palabra es la que llevará razón en el asunto debido a que su interlocutor no tendrá nada que agregar o rebatir (procedente de una incorrecta o incompleta interpretación del dicho: "quien calla otorga").
Poca gente llega a descubrir lo reconfortante que puede resultar permitirle tener la última palabra a la persona con quien uno conversa. Las conversaciones llegan a un estadio de cosas en que cada uno dio su parecer volcando en la charla todo lo que tenía que decir. Convenció o dejó sin convencer. Luego, será mayor el disfrute de continuar escuchando (y quizás poder descubrir algo valioso que se nos había escapado) que seguir hablando cuando ya hemos dicho todo. El problema es que si ambos contertulios descubren este paraíso parlamentario finalmente los envolverá un silencio repleto de palabras ya dichas.
Cuando charlo o discuto sobre un determinado tema, a mí personalmente me es útil pensar que es posible que ni siquiera sea yo el que está pensando y hablando. Puede ser que la vida no sea más que otra cosa lejana todavía a nuestra limitada comprensión. Entonces, si así fuera, ¿qué seguridad podría asistirme de llevar la razón en el tema que nos ocupe? Es como encontrarse en medio de un desierto buscando entre sus inmensas arenas un grano de tamaño, forma y color específicos. Pero de pronto y en medio de aquella búsqueda, descubrir la posibilidad de que el desierto no exista.
Querido lector, si no estás de acuerdo con todo lo dicho te concedo la última palabra. De todas maneras no me resulta del todo claro que yo haya escrito este texto y que tú lo estés leyendo.
La fotografía ha sido obtenida en YouTube, de un vídeo de Carlos Fabregat y música de Rodrigo Frenk, film que ha obtenido el primer premio en la categoría "animated film" del Alucine Film Festival, en Mexico City (2004).
Temas relacionados:
El refrán equivocado
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Poca gente llega a descubrir lo reconfortante que puede resultar permitirle tener la última palabra a la persona con quien uno conversa. Las conversaciones llegan a un estadio de cosas en que cada uno dio su parecer volcando en la charla todo lo que tenía que decir. Convenció o dejó sin convencer. Luego, será mayor el disfrute de continuar escuchando (y quizás poder descubrir algo valioso que se nos había escapado) que seguir hablando cuando ya hemos dicho todo. El problema es que si ambos contertulios descubren este paraíso parlamentario finalmente los envolverá un silencio repleto de palabras ya dichas.
Cuando charlo o discuto sobre un determinado tema, a mí personalmente me es útil pensar que es posible que ni siquiera sea yo el que está pensando y hablando. Puede ser que la vida no sea más que otra cosa lejana todavía a nuestra limitada comprensión. Entonces, si así fuera, ¿qué seguridad podría asistirme de llevar la razón en el tema que nos ocupe? Es como encontrarse en medio de un desierto buscando entre sus inmensas arenas un grano de tamaño, forma y color específicos. Pero de pronto y en medio de aquella búsqueda, descubrir la posibilidad de que el desierto no exista.
Querido lector, si no estás de acuerdo con todo lo dicho te concedo la última palabra. De todas maneras no me resulta del todo claro que yo haya escrito este texto y que tú lo estés leyendo.
La fotografía ha sido obtenida en YouTube, de un vídeo de Carlos Fabregat y música de Rodrigo Frenk, film que ha obtenido el primer premio en la categoría "animated film" del Alucine Film Festival, en Mexico City (2004).
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