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lunes, 24 de enero de 2011

Meditación en paz



Respiro tranquilamente, inspirando y expirando lentamente, concentrándome en mis inspiraciones y expiraciones. Puedo escuchar el sonido de mi respiración acompasada, que fluye igual que las olas del mar, que vienen y se van, vienen y se van… de forma que en nuestra existencia todo es temporal, incluso el dolor y el sufrimiento, los cuales desde este mismo momento soy capaz de dejar atrás y, de este modo, me libero emocionalmente y me siento más ligera que nunca, libre y sin cargas. Veo como mis preocupaciones desaparecen. Ahora sólo existe mi equilibrio y yo y, desde este estado, me elevo a un nivel de completa paz interna.

Me insuflo de una luz blanca purificadora, que me transmite una gran calma y serenidad y descubro que es mi fortaleza interior, que nace de una fuente de luz eterna, de la que puedo alimentarme siempre que lo necesite. Siempre estará allí para mí.

Esta luz se instala en mi corazón en forma de sol y puedo experimentar como su calidez irradia en todo mi cuerpo, especialmente, la percibo en la palma de mis manos en dirección ascendente. Sé que este sol siempre brillará en mi interior. Por tanto, aunque las circunstancias sean adversas, yo siempre podré acudir a mi luz de optimismo, vitalidad e ilusión. Y aunque las situaciones sean tan negativas que me impidan sonreír, yo siempre podré refugiarme en mi sol de alegría interior y sonreír internamente, deseando de todo corazón encontrar los recursos necesarios para que la realidad cambie a mejor.

Visualizo cómo los rayos de luz atraviesan una ventana y se descomponen en puntos diminutos que se impregnan de mi amor y se esparce por todas partes. Llega a todas las personas y su fuerza transforma los acontecimientos.
Capto cómo estos puntos de amor ahora se convierten en círculos concéntricos y giran alrededor de mi cuerpo para llenarme de amor y de confianza. Su movimiento suave me hace sentir tan bien…

Ahora me siento en plenitud, a gusto conmigo misma. Me invade una sensación de bienestar.

Estos círculos cada vez se hacen más grandes, tan grandes, que rodean a todo el planeta y a todo aquél que lo habita.

Todos los rayos giradores concéntricos se juntan en uno sólo, formando un gran campo de energía amorosa alrededor de nuestro planeta. Es pura energía de luz blanca renovadora, que transfiere a la Tierra todos los recursos necesarios para que la vida se prolongue en ella, gracias a una concienciación global e individual de cada uno de sus habitantes de respeto al medio ambiente y de compromiso con la vida en el planeta azul. Este campo de energía siempre protegerá al planeta.

: Autora: María Jesús Verdú Sacases

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