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jueves, 21 de abril de 2011

Cábala Conexión Cósmica..Abram y Abraham“lugar donde se guarda el Espíritu”de las letras en hebreo, recobrando las chispas de la vida.







En el extremo norte del antiguo Golfo Pérsico se encontraba la ciudad de Ur, patria de Abram (sin hache), donde su padre Terah lo engendró junto con Najor y Haran (Gen. XI. 26). Vendía ídolos que su padre fabricaba. Allí se casó con Saray (sin hache), su mujer. No era de religión judía pues ésta aún no existía. Sin embargo, va a ser considerado el padre del judaísmo. Abram es descendiente en noveno orden de Sem, hijo de Noé, aunque en Exodo se indica otra posible descendencia.

No sabemos cuándo a los textos originales atribuidos a Moisés, se les practica inclusiones rabínicas, pero según algunos entendidos, esto ocurre a partir del capítulo XII del Génesis. Debido a esto, podemos considerar que hasta el capítulo once, las referencias a Abram tienen un significado, mientras que las incorporaciones redaccionales sacerdotales nos quieren dibujar algunos secretos relacionados con la figura de Abram y su importancia como elemento de la creación. Parecería una alusión al viaje de la humanidad del cielo a la tierra, a través de un pasillo que recorre Abram. El mismo hecho de que más adelante en el Relato se le incorpore una hache al nombre, como veremos, parece indicar que aquello que está cerrado, oculto, debe abrirse, manifestarse, extenderse. La línea simbólica a partir del capítulo XII es muy rica en significado. A ello prestaremos atención a continuación.

En el capítulo XIII, versículo 14, Dios pide a Abram que alce sus ojos y mire en todas las direcciones: norte, sur, este, oeste, arriba y abajo, pues todas serán de Abram y su descendencia. Todo el universo se nos ofrece en este acto pues las seis direcciones conforman las dimensiones del espacio.

Ante Abram se presenta el que podemos llamar el primer sacerdote bíblico, Melquisedec. Él le presenta pan y vino y lo bendijo diciéndole: “Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de cielos y tierra” (Gen. XIV, 19). Es a partir de este suceso que Dios establece una promesa de alianza con Abram y que la ortodoxia judía completa con la idea de la circuncisión.

Algunos quieren ver en Melquisedec el transmisor de la tradición cabalística. Sin embargo, la relación del simbolismo de la hache incorporada al nombre de Abram con la creación, no parece establecer ningún otro misterio con relación a Melquisedec.

Otras fuentes como el Yetzirah y el Zohar establecen una ligazón entre la figura de Abram y la creación, y no mencionan para nada a Melquisedec como aquel que transmite la tradición o secretos de la cábala a Abram, excepto que consideremos ya como tradicional algo que aún no ha ocurrido.


El Yetzirah incorpora a Abraham en su texto solo al final de las secciones, como si fuera más de obligación, pues no alude al cambio de nombre, sino que le confiere la misma cualidad creadora que le confiere a Dios. Por su lado, el Zohar, sí alude la incorporación de la hache como hecho relevante y menciona, a este respecto, que el nombre de Dios se completa gracias al nombre humano de Abraham. También el Zohar se refiere a la incorporación de la hache en el nombre de Sarah. Hay otra parte que refiere la edad de Abram en cuanto al tiempo de preparación necesario para completar la creación: “noventa año” en vez de “noventa años” (en singular año en vez de en plural a pesar de decir noventa). Los rabinos del Zohar interpretan de que todos los años anteriores de Abram se cuentan como un solo año y dicen: “Un único año y vida no había sido vida”.

La Hé hebrea (h), al igual que otras letras, tienen por sí mismas su significado simbólico. La incorporación de las dos haches, la de Abraham y la de Sarah, unidas, crean una “Yod” hebrea (i, j, y), es decir, Isaac.

En varios versículos del Génesis asistimos a la promesa que Dios hace a Abram sobre su numerosa descendencia. Abram le dice que él y su mujer, Saray, ya son viejos, inaptos para la procreación. Dios saca fuera a Abram y le hace observar las estrellas del cielo. Le promete que su descendencia será incontable, como las estrellas en el firmamento. El relato continúa entre promesas de Dios y quejas de Abram, hasta que llegado un momento y, teniendo Abram cien años y Saray noventa, Dios le dice que a partir de ahora no se llamará mas Abram sino Abraham, mientras que a su mujer Saray, no la debe llamar mas así, sino Sarah. Y aunque sabemos que por la incorporación de una hache, y más aún a tan avanzada edad, no por ello se tiene descendencia, en el caso de ellos, gracias a ello, tuvieron a Isaac.

La H indica “que lo que está cerrado, se abra”. Por tanto, en el capítulo XVII del Génesis se nos narra el momento en que nuestro agujero negro dio paso al mundo en que vivimos.

El nombre hebreo Saray significa princesa. El nombre hebreo Sarah significa madre de reyes. Abram significa cerrado, oculto. Abraham significa abierto, extendido.

Fulcanelli da a la H el significado simbólico de “lugar donde se guarda el Espíritu”, y alude que la forma de hache de las fachadas de las catedrales del siglo XVI tiene ese sentido.

La primera vez que aparece la hache en el Génesis, como pronombre, es en el sexto día de la creación, es decir, en el momento que aparece el hombre en la escena de la creación. Allí aparece como Hé, el cual no se encuentra en los anteriores días de la creación referida al hombre.

La hache aparece doblemente en el tetragranmatón o sagrado nombre de cuatro letras: IHVH, indicando el mundo de arriba y el mundo de abajo.

La ortodoxia judía coloca a Abraham, su hijo Isaac y el hijo de éste, Jacob, como los tres padres del judaísmo. Actualmente, cuando se refieren a Dios, es fácil escuchar decir, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. A este último, Dios le cambia el nombre por el de Israel. Pero la I de Isaac, La I de Israel o la J de Jacob, es la misma letra hebrea “YOD”, aquella que nace de la unión de dos haches.

Algunos cabalistas, al diseñar el árbol de la vida en forma columnaria, colocan a Abraham en una columna, a Isaac en oposición y a Jacob en la del medio.

Por tanto, desde Ur a Jerusalem, debe viajar la Shej’nah, la presencia de Dios en la tierra, para desde allí conceptuar la idea de retorno. Ur es una raíz que podemos traducir por sitio, lugar o ciudad. La encontramos en otras ciudades mesopotámicas como Uruk y Nipur. Lo que quizás no advirtamos a simple vista es que Ur también se encuentra en Jerusalem, debido a que castellanizamos su nombre hebreo: Ur-shalom, ciudad de la paz. La U de Ur, al pasar al hebreo pasa como una “YOD”, la cual al traducirse toma la jota de Jerusalem.

Para ir de Ur a Jerusalem, la humanidad deambula en todas las direcciones: 1) La descendencia de Abram-Agar (los ismaelitas), viajan hacia Egipto. 2) La descendencia Esaú-Judit (los edomitas), ocuparán las tierras del Seir. 3) La descendencia de Abraham-Queturá (una vez fallecida Sarah), viaja hacia oriente. 4) La descendencia de Abraham Sarah, a través de Isaac-Rebeca y de éste la de Jacob-Raquel y Bilha, van hacia Egipto. 5) La de Abraham-Sarah a través de Isaac-Rebeca y de Jacob-Lia y Zilpa, también viajan hacia Egipto. Estas cinco ramas es la humanidad en el exilio que más adelante estará representada por la estrella de cinco puntas ocultada por un velo y que está colocada simbólicamente en el altar del Templo de Salomón.

Por tanto, “lej leja”, sal tú, de tu tierra, de tu parentela, hacia la tierra que yo te indicare, es un viaje del cielo a la tierra que se concreta en Jerusalem. Es la salida desde el Ain que precede la extensión creadora y que se transforma en algo abierto a través de la transformación del nombre de Abraham. Es también la humanidad en el exilio que encuentra su representación en el Templo de Salomón.

El Templo de Salomón en Jerusalem, contiene el secreto para edificar día a día nuestro propio templo, a través de la palabra perdida. La llegada a Jersualem, nos trae, con los profetas, el recuerdo de la alianza eterna simbolizada en el cáliz como acto de restauración. Aquello que sale del seno de Dios debe volver a El. Jerusalem es el cáliz en el que se deben fundir las naciones.



Abram es cerrado, oculto. Abraham es abierto, descubierto. La incorporación de la hache en su nombre está indicando “aquello que está oculto que se abra”. Con la física moderna podemos entenderlo como el momento de la explosión o big-bang. Entre lo no manifestado y la primera manifestación hay un abismo que la literatura llama caos o nada. La corona (Kether) es el rostro de perfil, quiere decir que una parte de ella está aún en la no manifestación. Esta apertura o big-ban la encontramos en la cábala tardía correspondiente a Isaac Louria, mientras que en el Génesis está contenido en el simbolismo de la hache del nombre Abraham. Antes de la hache no tenía descendencia con su esposa Saray. Después de la hache en Abraham y en Sarah, tuvieron a Isaac.

Tenemos la idea de que al principio todo era caos, oscuridad, de ahí que se interprete el origen de la creación como “nada”. Sin embargo, entre los cabalistas más antiguos se interpreta que la luz blanca y prístina es la que es invisible, por tanto, a ella sería atribuible la idea de nada. Ellos hablan del nombre de Dios escrito en letras de fuego negro sobre letras de fuego blanco. Es el contraste de la dualidad lo que nos hace percibir algo, pero en el Principio Dios estaba impreso en el fuego blanco, por eso era imperceptible.


Siguiendo con la clave que se intenta desvelar, podemos decir que los nombres propios de arriba como elementos del Génesis, presentan varios significados que va a depender del nivel de lectura que hagamos de ellos. En realidad, entre los místicos judíos toda la tora tiene cuatro sentidos o niveles de lectura. Usan un acróstico de cuatro letras hebreas que al castellanizarlas se leería “pardes”: La P es de la palabra “pesat” que se entiende por el sentido literal del texto. La R viene de la palabra “remez” que indica el sentido alegórico de la torá. La D se deriva de “derasa” que indica la interpretación talmúdica o agádica. Y la S viene de “sod” que manifiesta el sentido místico de la torá. Los que leen la Biblia se quedan en los dos primeros estadíos: el literal y el alegórico. Los judíos adoctrinados incluyen lo de la interpretación talmúdica. Mientras que los místicos, sean judíos o no, son los que buscan el sentido místico del texto. De manera que al decir Abram o Abraham, estamos incluyendo una diferencia sustancial referente al nivel de la creación.

Se dice que en el siglo II, cuatro ancianos penetraron en el sentido de la torá a través de la especulación sobre el “pardes”. Corrieron distinta suerte, saliendo airoso solo aquel que supo dar con la clave del significado de las letras hebreas. Las distintas descendencias de Abram y Abraham más las de Jacob y Esaú representan cinco ramas o primera humanidad en el exilio. Podemos relacionar estas cinco ramas con las cinco puntas de la estrella que se encuentra en el altar en el Templo de Salomón y que está velada por una cortina. Esta estrella se encuentra fuera del “devir”, del Santo de los Santos y está representando justamente la humanidad en el exilio.

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