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jueves, 21 de abril de 2011

¿Tenemos derecho a sacrificar animales en beneficio de nuestra salud?




Un debate sin final. Si analizamos el tema desde un punto de vista de "justicia no humana" con facilidad concluiremos que no podemos auto atribuirnos un derecho a la vida por encima del que por naturaleza posee un animal. Incluso, el de cualquier planta u otro ser vivo. Pero la mencionada "justicia no humana" no existe. Es un concepto creado por nosotros, sin el cual todo sería tal cual es y de acuerdo a como va sucediendo. Los planteos forman parte de nuestro patrimonio, con sus ventajas y desventajas. Si no poseyéramos el cerebro que poseemos y que da lugar a la creación de la mente más evolucionada (al menos, de las conocidas) haríamos lo que nos viene bien sin complicarnos la vida con principios morales y éticos, también producto de nuestra creación. Pero es obvio que sin nuestro capacitado cerebro especial tampoco hubiésemos podido evolucionar en las ciencias y demás disciplinas y diferentes aspectos de nuestro consabido progreso como especie. Suelo decir al respecto que hemos recibido todo dentro del mismo paquete, herméticamente cerrado. De tal manera que no podremos eliminar lo que consideramos malo y quedarnos sólo con lo bueno.

Dejando a un lado el análisis de los orígenes de nuestra existencia (si es que existimos) y sus filosofías derivadas, aquí y ahora en nuestro planeta existen dos tendencias bien diferenciadas. Las entidades y organismos protectores de los derechos de los animales propugnan con énfasis por la interrupción inmediata de las atrocidades que se cometen con los indefensos animalitos expuestos a todo tipo de experimentos de laboratorio. Ello forma parte de un tema más amplio que involucra la matanza indiscriminada de ballenas, el encierro y maltrato de todo tipo de animales, con fines destinados a nuestra alimentación y que en muchos casos provocan la extinción de las especies atentando contra los mismos principios de la naturaleza y por ende contra nosotros mismos. Pero este último es un tema del cual no nos ocuparemos a pesar de su vital importancia por no guardar relación con los avances de la ciencia médica para procurarnos mejor salud, calidad de vida y mayor longevidad, siendo éste el tema que aquí nos ocupa.

Para finalizar, algunas palabras con relación al caso específico de llevar un animal al laboratorio para procurarnos un mayor bienestar. No creo que podamos censurarnos por anteponer nuestra propia salud, bienestar general y calidad de vida, a la de los animales. Pero obedeciendo, como bien se ha dicho más arriba, a la particular fisiología de nuestro cerebro que en condiciones normales no puede eludir los principios morales y éticos, y el sentimiento de amor y compasión por todo ser vivo, que a partir del mismo se generan, podríamos encontrar la manera de conciliar ambos aspectos. Por un lado, creo que no podemos negarle a una madre la posibilidad de salvar a su pequeño hijo que padece una enfermedad terminal, cuando los animales en el laboratorio prestan y han prestado una colaboración de incalculable valor en este sentido. Por el otro, debiera ser estrictamente obligatoria la necesidad de no causar sufrimiento al animal que nos está sirviendo y evitar su muerte si ello es posible, recuperando su completo bienestar. Debiéramos descartar la utilización del mismo en todos los casos que no sean imprescindibles para el mejoramiento de nuestra salud o la salvación de vidas. Y condenar drásticamente su tortura y aprovechamiento para la confección de productos de consumo como cosméticos, pieles y demás artículos del mercado que lo único que proporcionan es la necesidad de poseerlos como si fuesen necesarios y el considerable aumento del patrimonio de quienes inescrupulosamente desarrollan ese tipo de negocios

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