Es el Pawkar Raymi o la celebración del tiempo del florecimiento, coincide con el equinoccio de marzo que conocemos como el mushuk nina o fuego nuevo, en donde los rayos del sol “caen” perpendicularmente sobre el Ecuador.
PAWKAR RAYMI fiesta de recolección de las flores del maíz Los equinoccios de primavera y de otoño, han tenido gran importancia para las antiguas culturas del mundo, que desarrollaron sus sagradas construcciones empleándolas como marcadores solares, con el fin de medir y llevar la cuenta del tiempo con mayor precisión.
Durante este fenómeno, el movimiento aparente del Sol hace un recorrido eclíptico sobre la Tierra, cruza el Ecuador y pasa de un hemisferio al otro, iluminando ambos hemisferios por igual, momento en el cual el día y la noche son iguales en todo el mundo, con una duración de 12 horas cada uno.
Durante los equinoccios el círculo que divide el día y la noche pasa por ambos polos y sigue exactamente un meridiano terrestre, por lo que todas las personas que viven en puntos con la misma longitud, al Norte o al Sur, verán la salida o puesta del Sol al mismo tiempo.
Los antiguos sacerdotes-astrónomos observaban con detenimiento el movimiento del Sol por entre las constelaciones del zodíaco, lo que les ayudaba a determinar qué tan cerca se encontraba algún solsticio o equinoccio.
El equinoccio primaveral también dejó su huella en la iglesia del pueblo español San Juan de Ortega, ubicado en el camino de Santiago de Compostela. Allí se puede apreciar la sabiduría de los constructores de templos de la Edad Media, que conjugaron arquitectura y astronomía hasta conseguir que ése fuera el único día del año en el que un rayo de sol ilumina plenamente el rostro de una Anunciación.
El movimiento del Sol exactamente de Este a Oeste ha sido utilizado para diseñar calles de ciudades y para orientar templos y altares, pues los rayos solares pueden hacerse llegar a un punto determinado, pasado por un estrecha abertura en la pared.
Los incas estudiaban los cambios en la bóveda celeste y vivían en ciudades donde marcaban puntos de referencia. Tenían en Machu Picchu una roca que llamaban Inti Huatana, que significa “la roca donde atamos al sol”
Los días de los equinoccios eran los más importantes en la vida de los mayas, pues marcaban en la primavera el ciclo de preparación de la tierra para estar a tiempo cuando Chaac, el dios de la lluvia, empezara a regalar las primeras gotas de agua que, al humedecer la tierra, la dejaban lista para germinar las semillas de maíz que las manos del hombre dejaran caer; y en otoño, el período en que el fruto de la gramínea, ya maduro, estaba próximo a recolectarse.
Los mayas definían los ciclos agrícolas con base en estos fenómenos; el solsticio de invierno daba la pauta para comenzar a preparar la tierra que habría de sembrarse en la primavera.
Para los mayas, el equinoccio de primavera representaba una fecha en la que podían demostrar sus conocimientos de astronomía, matemáticas, cronología, geometría y religión. Los fenómenos arqueo astronómicos diseñados por ellos aún pueden observarse en varias construcciones prehispánicas de la Península de Yucatán.
Al atardecer de los días de los equinoccios de primavera y otoño, se observa en la escalera del Castillo de Chichén Itzá, una proyección solar del majestuoso descenso de Kukulcán, consistente en siete triángulos de luz invertidos, como resultado de la sombra que proyectan las nueve plataformas de ese edificio al ponerse el sol.
En la actualidad, la sabiduría fundamentada en la práctica, la vivencia, la espiritualidad, el entendimiento del lenguaje de la naturaleza y la reflexión profunda de la vida cotidiana del runa andino, nos ha dado a entender el Qori-Muyu, es decir la semilla bendita del saber, el círculo sagrado de la sabiduría, el principio y fundamento del bien vivir de la vida, la riqueza espiritual, el germen de la iluminación y la sabiduría de la Pacha-Mama. La vida sencilla en comunidad compartiendo las múltiples celebraciones y actividades de vida desde mi nacimiento han sido capaces de guiarme hacia el Qori-Muyu, el camino de oro hacia la semilla de la sabiduría, el camino que nos guía hacia el sumak-kawsay, es decir el saber criar la vida y dejarse criar por la vida para tener el bien vivir corporal, emocional, mental y espiritual conjuntamente con las comunidades divina, humana, naturaleza y ancestros.
El Sumak-Kawsay, la vida plena llena de realizaciones y armonía es el tesoro que se guarda en sus sencillas vivencias cotidianas y su espacio geográfico, dando a nuestra generación y a las generaciones venideras el mensaje de los nuevos tiempos, de los tiempos de la transformación. Nuestro amanecer ha empezado, pero tenemos que prepararnos para caminar en los nuevos tiempos .
El resurgir del conocimiento, compartiendo estos mensajes para caminar seguros en la luz brillante del nuevo pachakuti o la transformación de los tiempos, que tenemos la suerte de recorrer, es la señal de que ha llegado el tiempo nuevo de la armonía y la convivencia respetuosa de los pueblos.
Es el Pawkar Raymi o la celebración del tiempo del florecimiento, coincide con el equinoccio de marzo que conocemos como el mushuk nina o fuego nuevo, en donde los rayos del sol “caen” perpendicularmente sobre el Ecuador.
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